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03 October 2020

Cuando los ojos y oídos del vasto aparato de escuchas de las agencias estadounidenses localizaron a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en un remoto humedal de aves migratorias en el sur de Baja California en 2013, lo que siguió no fue informar al Gobierno de México sobre el hallazgo, como procedía, sino debatir internamente cuál de las dependencias mexicanas era la menos corrupta para invitarla a realizar la captura.

La Policía Federal fue la primera en ser descartada debido al legado de narco-corrupción que dejó Genaro García Luna. El FBI y la CIA favorecieron al Ejército, como suelen hacerlo. Pero, así como el FBI y la CIA no confiaban en la Policía Federal, la DEA no confiaba en el Ejército. El Servicio de Alguaciles y otras agencias propusieron a los marinos, por su fama de valientes y habilidosos. Sin embargo, había un problema. Capturar a Guzmán Loera conllevaba el riesgo de enfrentar a la Secretaría de Marina con el liderazgo civil. La protección al líder del Cártel de Sinaloa venía de la alta jerarquía del Gobierno de México. No obstante, cuando la DEA les ofreció la delicada tarea de capturarlo, los marinos aceptaron sin titubear.

Víctor Vázquez, jefe de la estación de la DEA en México, acompañó a los marinos a la base naval en la Paz de donde lanzarían el operativo que bautizaron “Duck Dynasty” (dinastía de patos), debido a que estaba cerca de un club de cacería de patos. El trabajo de Vázquez era comer, dormir y desplazarse con los marinos. Entrenó con la unidad. Descendió en rappel de los helicópteros Blackhawks con ellos, les ayudó a analizar las señales de los drones que cubrían la zona donde ubicaron al Chapo y compartió la erudición acumulada de las máquinas de intercepción y hackeo para construir lo que llamaba “manual de inteligencia de captura”. Para efectos prácticos, Vázquez, mexicoamericano oriundo de Durango, era el encargado de la seguridad del operativo. Todo en territorio nacional.

Pero por más impresionante que fuera la inteligencia de los estadounidenses, no pudieron con los métodos de contra espionaje y con la red de espías gubernamentales de Guzmán. Los recursos y el equipo del “Chapo” rivalizaban con los de las organizaciones terroristas más sofisticadas del mundo. Unos días antes del ataque, planeado para enero de 2014, las escuchas captaron señales de que el cártel sabía de “Duck Dynasty”. La misión fue abortada. “El Chapo” ganó la jugada. Una vez más.

El relato inédito proviene del nuevo libro “El Jefe The Stalking of Chapo Guzmán” (“El Jefe, el acecho al Chapo Guzmán“), de Alan Feuer, corresponsal de The New York Times que se dio a conocer en México por su puntual cobertura y tuits en tiempo real sobre el juicio del famoso capo en Nueva York. De 235 páginas, editado por Flatiron Books, el texto se centra en el maratónico trabajo de inteligencia para capturar al “Chapo” por parte de un selecto grupo secreto de agentes del FBI, la DEA, la CIA y el Servicio de Alguaciles, conocido como la “coalición”.

Por más impresionante que fuera la inteligencia estadounidense, no pudo con los métodos de contra espionaje y con la red de espías gubernamentales de Guzmán. Los recursos y el equipo del “Chapo” rivalizaban con los de las organizaciones terroristas más sofisticadas del mundo, dice Alan Feuer en su nuevo libro. Foto: Amazon

(Sin Embargo)

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