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03 September 2020

Ya han pasado dos semanas desde el comienzo del año escolar en Suecia. El país ya se había distinguido al principio de la epidemia de coronavirus al optar por no confinar a su población, dejando sus escuelas primarias abiertas y cerrando sólo las escuelas secundarias y universidades. Hoy en día, todo el sistema escolar reabre, sin que se recomiende el uso de mascarillas, pero con otras medidas específicas a cada establecimiento.

En el patio de la Escuela Internacional de Estocolmo, no hay mascarillas a la vista. Y es así en todo el país: no se recomienda usar tapabocas, pero tampoco está prohibido. “Si un estudiante llega con una mascarilla, y hay dos o tres en todo el establecimiento, está bien. Y si un profesor quiere usar una –nadie lo hace–, también está bien. La ciudad de Estocolmo no impone reglas, sólo recomienda mantener la distancia entre nosotros... y los suecos son buenos en eso”, señala Karin Henrekson, la directora de la escuela.

Suecia ha sido capaz de mantenerse en la misma línea, explica Anders Tegnell, epidemiólogo estatal y principal responsable de la gestión del coronavirus: “A diferencia de otros países, Suecia no ha cambiado sus recomendaciones. No usamos la mascarilla, y las escuelas funcionan como de costumbre”.

Así, se aconseja mantener una distancia, lavarse las manos con frecuencia, y las horas de la cantina fueron cambiados, como antes de las vacaciones. Pero la verdadera diferencia es que los estudiantes de secundaria y los universitarios han regresado a las aulas, cuando habían pasado a la enseñanza a distancia en marzo por ser más sensibles al coronavirus que los niños y por utilizar masivamente el transporte público.

 En el centro de Estocolmo la vida transcurre casi sin diferencias con los tiempos anteriores a la pandemia.

En el centro de Estocolmo la vida transcurre casi sin diferencias con los tiempos anteriores a la pandemia.

Estocolmo recomendó reducir un 20% el número de estudiantes de secundaria que asisten a las clases, por lo que, en algunos establecimientos, hay enseñanza a distancia cada dos semanas para ciertos grupos. En la ciudad de Gotemburgo en cambio, no hay clases antes de las nueve de la mañana para evitar la congestión en los transportes.

Sobrecarga de trabajo

En la Escuela Internacional de Estocolmo, Helen, profesora de ciencias, está sola en su aula, pero delante de la pantalla de su computadora: “Te veré en un minuto Iván, enseguida vuelvo... Ahora tengo un curso a distancia con mis alumnos de segundo año, y en media hora voy a bajar corriendo las escaleras para reunirme físicamente con mis alumnos de primer año”.

Lärareforebunet, el principal sindicato de profesores, adhiere por el momento a la línea del gobierno, aunque se mantiene alerta. “Los profesores están preocupados por la sobrecarga de trabajo provocada por la epidemia, con la sustitución de colegas ausentes, la enseñanza a distancia, todo al mismo tiempo”, comenta Emma Ölmebäck, una de sus representantes.

Pero no piden que se usen mascarillas ni que se dividan las clases. Según sus propios estudios, de hecho, la tasa de contaminación de los profesores suecos es similar a la del resto de la población.

Hasta este 30 de agosto, Suecia había contabilizado 83.958 casos y 5.821 muertes

(Infobae)

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