Has no content to show!
22 August 2020

Hubo un tiempo en que las elecciones en EEUU generaban interés y hasta entusiasmo en el mundo. No sólo entre las elites políticas sino también en la población, existía la creencia de que el triunfo de una u otra opción podía modificar el estado de las cosas.

Esta convicción se ha desmoronado, ya que tanto demócratas como republicanos han mostrado escasísimas diferencias en política internacional. En plena campaña electoral, los demócratas prometen revisar la política exterior de Trump, no porque les parezca inadecuada sino porque "cuatro años más con Donald Trump dañarán nuestra influencia hasta un estado irreparable".

La frase del programa demócrata revela que las intenciones de ambos candidatos son idénticas: mantener la dominación de la superpotencia en declive a lo largo y ancho del planeta.

Los demócratas se empeñan en más de lo mismo, insistiendo con el mismo candidato y hasta la misma iconografía que fracasó en 2016. Quizá por eso, el boletín de mayo del Laboratorio Europea de Anticipación Política (LEAP) titula la campaña electoral, bajo una foto en la que aparecen Biden y una Hillary Clinton, la excandidata demócrata, demacrada: "El retorno de los muertos vivientes".

"Biden es Hillary Clinton bis", reflexiona el LEAP. "Como este grupo ha sido particularmente exitoso en tomar el control del partido Demócrata, ese partido ya no puede producir nada más que Biden y Clinton… una y otra vez".

En efecto, la candidatura de Biden encarna un EEUU que ya no existe, el de la Guerra Fría y la hegemonía de la población blanca y masculina. Maneja un discurso que los medios afines reconocen que genera poco entusiasmo entre los jóvenes, los latinos y los negros, o sea entre una porción decisiva del electorado.

Para remediar esta desventaja, Biden eligió como candidata a la vicepresidencia a Kamala Harris, con la esperanza de que una mujer no blanca pudiera atraer al electorado que, aún rechazando la reelección de Trump, tiene muchas dudas en apoyar a Biden.

Harris se desempeñó como fiscal de distrito de San Francisco de 2004 a 2011 y fiscal general de California de 2011 a 2017 y se describe a sí misma como "progresista". En julio de 2019, cuando Harris competía en las internas demócratas, Marjorie Cohn, profesora de derecho en la Facultad de Derecho Thomas Jefferson en San Diego (California) y ex presidenta del Colegio Nacional de Abogados, escribió un artículo titulado: "Kamala Harris tiene una distinguida carrera al servicio de la injusticia".

Cohn la acusa de "mala conducta" por encubrir la existencia de informantes en cárceles de California para:

  • "obtener confesiones ilegalmente";
  • "favorecer la criminalización del absentismo escolar";
  • aumentar las fianzas de presos usados como mano de obra barata;
  • oponerse a que "la oficina del fiscal investigue de forma independiente los tiroteos policiales que resultaron en muertes".

Cohn afirma que la candidata a la vicepresidencia de Biden no tiene nada de progresista. Según el filósofo y periodista francés Philippe Grasset, director de la revista De Defensa, Harris tiene "reputación de tipo duro, del tipo ley y orden", además de ser "extremadamente rica", perteneciendo al famoso 0,1% con ingresos de 1,8 millones de dólares en 2018.

Por su parte, el LEAP considera que la elección en EEUU ya "no es el centro de interés del planeta" y que pese a que no hubo primarias por la pandemia, los que relevarán a las viejas guardias "parecen estar atravesando las grietas del pavimento bipartidista".

Lo fundamental es que el thinktank francés considera a Trump como "el enterrador de la vieja América", asistido por la pandemia de coronavirus. "Trump ha encarnado el exceso de una cierta América, y al hacerlo, ha puesto fin a ella". Para explicar este aserto hilvana una decena de "revelaciones".

La primera se refiera a que Trump "reveló la vulgaridad de una cultura de negocios que Estados Unidos había estado infligiendo al mundo durante décadas"; así como "el arraigado machismo y racismo del sistema de poder americano, despertando a la sociedad civil de su letargo".

Pero también reveló la debilidad de EEUU que ya no tiene los medios para llevar adelante sus objetivos globales. Entre ellos, uno de los más destacados gira en torno a "el problema de la presencia de EEUU en Medio Oriente", revelando que es la potencia la que crea problemas que luego no es incapaz de resolver.

Entre otras "revelaciones", el LEAP asegura que la presidencia de Trump mostró la dependencia de EEUU de China y del mundo, mientras la pandemia "es el último golpe mortal al sistema sanitario y social de la primera potencia mundial". En suma, bajo Trump el imperio aparece desnudo, siendo el momento de máxima inflexión del sistema deuda-petróleo-dólar que tiene de rehén al planeta.

Por último, la cuestión de la desigualdad, que no para de crecer y está llegando a niveles insostenibles. El último informe anual de Instituto de Política Económica asegura que las retribuciones de los CEO de las 350 principales empresas en los EEUU son 320 veces superiores al salario medio de un trabajador.

En 2019 los ingresos de los principales CEO crecieron 14% respecto a 2018. Pero el dato más importante es que en 1989 la diferencia de ingresos entre CEOs y trabajadores era de 61 a 1, lo que indica que la brecha de ingresos se multiplicó por cinco en apenas tres décadas.

Los autores del informe creen que el salario de los directores ejecutivos podría aumentar nuevamente en 2020, a pesar del colapso económico causado por el coronavirus.

La desigualdad está destruyendo los sueños de los jóvenes, de las minorías raciales y de los migrantes, que son los que se han volcado a las calles para denunciar la violencia policial luego del asesinato del afroamericano George Floyd el 25 de mayo. Pero la enorme desigualdad destruye también la legitimidad del sistema político de los EEUU y neutraliza la democracia.

Cuando se ingresa en una crisis sistémica, las diferencias entre las propuestas políticas que se formulan desde su interior, dejan de ser alternativas porque adhieren a la continuidad de lo existente y temen modificarlo, lo que explica que ambos partidos de EEUU prefieran hundirse con el sistema antes de correr los riesgos de modificarlo.

(Sputnik)

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