Los tests masivos se están convirtiendo en un arma política arrojadiza entre las diferentes facciones políticas. Pablo Casado, líder del Partido Popular, exige al Gobierno la realización de “test masivos a toda la población”. Vox también ha solicitado en numerosas ocasiones y en diferentes regiones de España la aplicación de tests masivos a todos los ciudadanos. El último episodio de este polémico asunto lo protagoniza Torrejón de Ardoz. Esta ciudad planeó un estudio serológico (de anticuerpos) masivo a sus 130 mil ciudadanos. Sin embargo, esta iniciativa estuvo en suspenso durante varios días, hasta que este viernes 29 de mayo la Consejería de Sanidad de Madrid autorizó al Ayuntamiento de Torrejón su puesta en marcha. El Alcalde de Pinto (Madrid) también ha solicitado recientemente a la consejería de Sanidad la realización de tests masivos.
Este empeño político por los tests masivos contrasta radicalmente con la postura del Ministerio de Sanidad y del Ministerio de Ciencia, que no respaldan estos tests. Más allá del populismo y el politiqueo, ¿qué evidencias científicas tenemos sobre la utilidad actual de los tests masivos?
Un trabajador médico toma una muestra a una vendedora para una prueba de COVID-19. Foto: Moisés Castillo, AP
La primera razón por la que los expertos descartan la idoneidad de los tests masivos es el reducido porcentaje de personas que han pasado la infección por coronavirus en España. Según los resultados preliminares del estudio de seroprevalencia, alrededor de un 5 por ciento de los españoles tiene anticuerpos contra el virus SARS-CoV-2. A nivel comunitario, la realización de tests masivos no provocaría cambios significativos en las medidas implantadas para la desescalada, pues ya sabemos que existe una amplia mayoría que sigue siendo susceptible a la infección y la inmunidad de grupo queda aún muy lejos
La segunda razón es que, en la actualidad, la amplia mayoría de tests rápidos comercializados no son fiables y ofrecen una sensibilidad y especificidad bajas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha desaconsejado estos tests con fines diagnósticos precisamente por estas razones y sólo los recomienda para estudios epidemiológicos o ensayos clínicos.
El gran número de falsos positivos y falsos negativos que se producirían con estos tests realizados a millones de personas causaría numerosos problemas y confusión. Por ejemplo, las personas que tuvieran un falso positivo de anticuerpos contra el coronavirus podrían pensar que son realmente inmunes y abandonar o relajar las medidas de higiene y la distancia de seguridad. Por otro lado, las personas que tuvieran una infección activa por coronavirus y dieran falso negativo en las pruebas rápidas de antígenos (que detectan la presencia del coronavirus) podrían contagiar a los demás sin saberlo, creyendo que no están infectados.
La tercera razón es que estos tests, aunque se realizaran a toda la población española, no serían útiles si sólo se realizaran una vez porque sólo ofrecerían una fotografía estática de la situación de la epidemia en el país. Cualquier persona que diera negativo en las pruebas de anticuerpos, por ejemplo, podría contagiarse al día, a la semana o al mes siguiente. Si ya de por sí la realización de tests a todos los ciudadanos en España sería una labor mastodóntica, con un alto coste económico y logístico, hacerlo periódicamente sería algo sencillamente descomunal. Sería una enorme inversión en una actividad que no tendría beneficios para la salud pública y probablemente sería inviable por la falta de stock de reactivos y por el número limitado de tests en el mercado, en un clima de una gigantesca demanda internacional.
La cuarta razón es que aún desconocemos muchas facetas sobre la inmunidad contra el virus SARS-CoV-2. Como explicábamos en “Los misterios que rodean a los anticuerpos contra el coronavirus”, no sabemos cuánto tiempo dura la inmunidad contra el coronavirus (aunque probablemente permanezca de meses a años), muchas pruebas de anticuerpos no distinguen si los anticuerpos detectados son neutralizantes (protectores) o no y si indican inmunidad per se. Por otro parte, se ha descubierto recientemente que la exposición a otros coronavirus (como los que causan resfriados anualmente) podría provocar cierta inmunidad al virus SARS-CoV-2. Esto no es algo que las actuales pruebas contemplen. Además, la fotografía que ofrece los tests de anticuerpos es incompleta, pues hay otros aspectos del sistema inmunitario, como las células T memoria, que también determina la inmunidad frente a la COVID-19 y que no se detectan con estas pruebas.
Un empleado de salud de Benyan Medical Systems efectúa una prueba para detectar anticuerpos de coronavirus a una persona que llegó en un vehículo. Foto: David Santiago/Miami Herald vía AP.
La clave en la realización de tests está en que sean lo más dirigidos posibles, ya sea a través de estudios representativos como el de seroprevalencia o hacia casos sospechosos y contactos de riesgo, como han hecho países como Corea del Sur o Alemania a través de un sistema de rastreo importante. Fue muy negativo que la realización de tests se limitara casi exclusivamente a los casos más graves de COVID-19 en España por la falta de recursos durante meses, pero hacer tests de forma masiva a todos, si ninguna indicación, también sería un desatino.
En la actualidad, la realización de pruebas PCR por parte del sistema sanitario en las primeras 24 horas desde que los pacientes muestran síntomas, así como la vigilancia y rastreo de casos sospechosos y sus contactos ya es, de por sí, una actividad que implica una enorme cantidad de recursos y la implicación de multitud de profesionales.
¿Podría haber respaldo a los tests masivos en un futuro próximo cuando haya mayor disponibilidad de pruebas, sean más fiables, conozcamos mejor el papel de los anticuerpos y su inmunidad y haya un mayor porcentaje de la población infectada? Es una posibilidad; son muchos los factores que van cambiando con el tiempo y que influyen en que determinadas acciones de salud pública tengan sentido o no a partir de cierto momento.
(Sin Embargo)