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11 August 2020

Los primeros en cerrar y los últimos en abrir, algunos nunca lo volverán a hacer.

La vida nocturna en el país fue suspendida de golpe en marzo por la pandemia provocada por el Covid-19 y no tiene una fecha para regresar. Los bares y antros que han podido se han transformado en restaurantes, con tal de sacar para lo básico.

A nivel nacional el panorama es desolador. Al menos 15% de los 18 mil establecimientos de la industria del entretenimiento y el espectáculo nocturno del país habrían cerrado ya de manera definitiva, afirmó Ismael Rivera Cruces, presidente de la Asociación Nacional de la Industria de Discotecas, Bares y Centros de Espectáculos (Anidice), que agrupa a 12 mil de esos negocios.

El empresario dijo que los miembros de la agrupación estiman que la reapertura total del sector, que genera 400 mil empleos directos y casi un millón con los indirectos, podrá ser en febrero o marzo de 2021; muchos establecimientos no aguantarán.

Rivera Cruces indicó que los costos de operación de un restaurante, un bar, centro nocturno, antro o discoteca, son arriba del 70% de las ventas; entonces, si abren al 30%, no se cubren ni las nóminas.

UN SECTOR AFECTADO EN TODO EL PAÍS

En este contexto, en La Paz, Baja California Sur, el malecón luce solitario, apenas se ven unos cuantos turistas en algunas mesas de los restaurantes de la zona dorada. Los meseros a la expectativa. Las bocinas de los bares y antros no está encendidas, la mayoría de las mesas sobre la banqueta están guardadas, las cortinas de acero abajo. No hay filas de jóvenes esperando para entrar a los antros, tampoco se escucha la música ni las voces de los animadores.

En esta ciudad, unos de los principales focos turísticos internacionales de México, las autoridades municipales mantienen las restricciones para la operación de bares, centros nocturnos y casinos, discotecas.

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En algunos bares de Sinaloa de plano sólo hay servicio para llevar.

“El bar donde trabajo todavía no está abierto. Dicen que sí van a volver, pero quién sabe hasta cuándo. Por eso hay que buscarle por otro lado”, platica José, un joven mesero que ahora trabaja en la construcción.

La vida nocturna también se apagó por completo en Zacatecas.

“La pandemia puso en terapia intensiva a los antros, bares y cantinas, estamos conscientes que este sector será el último en reactivarse. La realidad es que estamos colapsados y no sé si esta industria vaya a desaparecer por un tiempo”, refiere Jorge Sanders, presidente de la Asociación de Centros de Esparcimiento Social de Zacatecas.

Jorge Sanders, propietario de un canta-bar, quedó endeudado por el cierre total de su negocio durante tres meses: se le acumularon las rentas y el pago de servicios, por ello optó por pedir un crédito y ahora vende hamburguesas.

Esa ha sido la tabla de salvación para muchos bares que se han transformado en restaurantes

En Guadalajara, por ejemplo, una  argucia legal ha permitido que prácticamente todos los bares, pubs y cantinas del llamado corredor Chapultepec estén abiertos: sus permisos de restaurante y una pequeña lona con la leyenda “venta de alimentos” ha sido suficiente.

Desde hace semanas, el gobierno del Jalisco soltó la rienda e hizo un llamado a la “responsabilidad individual”, pero al recorrer esta avenida y sus alrededores no hace falta mucho para darse cuenta que las medidas de sana distancia no aplican, los locales están llenos más allá del 50% permitido y no hay inspecciones que alcancen.

César García, presidente del Consejo de Bares, Discotecas y Centros de Espectáculos (Conbar), considera que la discusión no debe ser quién puede abrir y quién no, sino cómo hacer para que todos estén abiertos y la gente pueda divertirse con responsabilidad.

En Morelos, la situación ya era complicada desde 2019, cuando la violencia obligó al cierre de bares, pero el Covid-19 ha resultado letal, particularmente para las discotecas.

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Los dueños dicen que al reabrir a 30% sólo pagarán lo básico. FOTOS: JAVIER CABRERA. EL UNIVERSAL

La República abrió a principios de 2020 y durante tres fines de semana registraron llenos, pero los alcanzó la pandemia y de tajo les bajó el switch.

“En esta discoteca hay pérdida total. La cantidad que se ocurra multiplícalo por tres, de ese  tamaño es el quebranto económico”, afirma José Francisco Rodríguez, gerente del lugar.

Otro sector que busca desesperadamente cómo sobrevivir son las cantinas, muchas de ellas ubicadas en la ciudad de Guanajuato.

Enrique Nieto Acevedo, presidente de la Asociación de Bares y Cantinas de Guanajuato, estima que de 70 establecimientos del giro, un 30 o 40% corren el riesgo de desaparecer. “Son empresarios muy viejos que están a punto de tronar”, lamenta. 

Las cantinas con más historia en riesgo de cerrar para siempre, y que forman parte de la cultura de la ciudad, son La Norteña, La Cubana, Los Barrilitos, Guanajuato Libre, Aquí me Quedo, La Sirena y El Edén.

En el borde de la quiebra, algunos locales abren a ratos y a “escondidas”. 

La tarde del lunes pasado, un hombre salió tambaleándose de uno de estos negocios. Hasta la calle se escucha la música a volumen bajo y las carcajadas de la gente. Una empleada de una tienda anexa a una cantina  comentó que “de vez en cuando” han visto la puerta abierta, “creo que le vienen a asear y dar mantenimiento”.

LA VIDA NOCTURNA NO VOLVERÁ A SER IGUAL

La crisis pega a los empresarios de bares, antros y discotecas de Culiacán, donde calculan que una reapertura al 30% sólo permitirá pagar cuentas básicas; Pachuca, donde reconocen que el daño es general y muy grave; Villahermosa, donde tan sólo el Grupo Híbrido reconoce pérdidas por más de 10 millones de pesos; Mérida, donde tampoco tienen fecha para volver a abrir, afectando a 20 mil empleos directos; Ciudad Victoria, donde el negocio empezaba a recuperarse tras años de violencia, pero “la pandemia de plano mató la diversión”, y  San Luis Potosí, donde pese a las marchas y manifestaciones los meseros y Dj´s se van a la construcción y rematan sus equipos.

Tan sólo en Monterrey y su zona metropolitana hay unos 3 mil establecimientos de los que dependen unas 100 mil familias para subsistir, pues además de los que laboran directamente en ellos, hay otros como músicos, vendedores, cuidacoches y dueños de estacionamientos que dependen de la normal operación de estos negocios.

En Sonora, el sector reconoce que deberán reinventarse si quieren sobrevivir.

“Hay incertidumbre porque no tenemos el terreno bien planteado, porque no tenemos fecha de cuándo se va a abrir la vida nocturna y ello depende de la libertad de nuestros clientes de salir, obviamente que se elimine ese miedo del contagio y que tengan dinero en el bolsillo”, externó un empresario de bar. Precisó, que un establecimiento podrían abrir con todas las precauciones cuando se les autorice, pero si el cliente no trae dinero no va a haber suficiente consumo y la rentabilidad no va a correr

QUE SIGA LA FIESTA

Algo en lo que todos coinciden es que, aunque la vida nocturna formal esté fuera de operación, la fiesta no se ha detenido.

En La Paz proliferan las fiestas familiares y la autoridad estatal de Salud reconoce que la gente se está contagiando más por “ir a comadrear” que por salir a trabajar.

“Lo que se puede avecinar es la explotación de las fiestas clandestinas por gente que diga, ‘bueno, pues como ya no hay lugares donde divertirse, vamos a rentar una casa, una bodega y ahí hacemos las fiestas’”, destacó Ismael Rivera Cruces,  presidente de la Anidice.

“El problema es que ahí se daría todo lo ilegal, todo lo prohibido, como la entrada de menores, consumo de drogas, o simplemente fumar tabaco pues ya no se puede hacer en lugares cerrados, y no habrá medidas de Protección Civil ni permisos de funcionamiento.

“Somos una industria que debería ser escuchada y apoyada por los gobiernos porque a fin de cuentas el ciclo de esparcimiento que ofrecemos es esencial para el desarrollo de los jóvenes”, concluyó.

(El Universal)

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