Los resultados del INSP ya habían sido presentados en una de las conferencias de la Secretaría de Salud sobre la COVID-19, lo cual levantó indignación entre la industria refresquera y peticiones de renuncia del vocero de la pandemia Hugo López-Gatell, por lo que la Alianza por la Salud Alimentaria organizó un webinar al respecto con evidencia científica e investigadoras referentes a nivel mundial que alertaron que los estudios que nieguen su impacto en la salud, sin duda, están financiados por las empresas (o tienen fallas metodológicas).
Por consumir 235 mililitros de bebidas azucaradas de manera habitual, el estudio halló un 6.9 por ciento de riesgo de mortalidad general (40 mil 842 de muertes al año en personas de 20 años y más), un 39 por ciento mayor incidencia de diabetes, un 17 por ciento más de incidencia de infarto y de 7 a 59 por ciento de cáncer vía obesidad.
“Hay un acuerdo internacional de que el consumo de bebidas azucaradas es nocivo por su relación con diabetes, enfermedades cardiovasculares y obesidad”, afirmó Barrientos.
Las enfermedades cardiovasculares son la principal causa de muerte en México y la hipertensión es la principal comorbilidad por la COVID-19, muestran cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y la Secretaría de Salud.
Entre los alimentos consumidos al día, el 70 por ciento de azúcares añadidos provienen de bebidas azucaradas y del 26 por ciento de las calorías no básicas, el 40 por ciento es de estas bebidas. Tabla: INSP.
Esta semana SinEmbargo publicó que en una reunión en la Secretaría de Gobernación (Segob) a inicios de 2016 se planeó infiltrar a estudiantes del Colegio de México a las oficinas de El Poder del Consumidor, una organización civil que ha impulsado el impuesto a bebidas azucaradas y el etiquetado claro sobre azúcar, grasa y sodio de los productos procesados. Meses después, el director Alejandro Calvillo recibió SMS del malware Pegasus para ser espiado y, además, inusuales solicitudes de universitarios por correo electrónico para hacer servicio social.
Calvillo dijo en entrevista con este medio que, aunque la industria de la chatarra ha sido cuestionada por la Secretaría de Salud por agravar la pandemia, aún tiene aliados en el Congreso, incluso del partido en el poder.
“De Morena está el Diputado Javier Hidalgo, a quien desde el principio se le veía muy relacionado con gente del Consejo Coordinador Empresarial y con todo ese sector”, aseguró el activista. “Él boicoteó una primera modificación a la Ley General de Salud para el nuevo etiquetado. Faltaba una firma para tener todas y él se levantó y se fue”.
En el sexenio pasado, recordó Calvillo, la industria de alimentos y bebidas chatarra también promovía su rechazo a políticas públicas con apoyo de la Secretaría de Economía y la Cofepris.
ES UN FENÓMENO MUNDIAL
Vasanti Malik, profesora del Departamento de Ciencias de la Nutrición de la Universidad de Toronto, presentó en pantalla un mapa donde evidenció que el consumo de bebidas con azúcares añadidos (sucrosa que incluye glucosa y fructuosa o jarabe de maíz) es un fenómeno mundial, sobre todo en América Latina, incluyendo México.
Durante su ponencia explicó cómo el consumo de estas bebidas azucaradas se relaciona con un mayor riesgo de aumento de peso en niños y adultos, de acuerdo con estudios publicados en The American Journal of Clinical Nutrition. Y, agregó, la obesidad es un factor de riesgo para la diabetes tipo II, otra de las comorbilidades de la COVID-19 que ha colocado a México entre los países con más muertes durante esta pandemia.
Malik y su equipo realizó un estudio con 150 mil personas en Estados Unidos. Encontraron que quienes consumían más bebidas azucaradas tenían un 25 por ciento más riesgo de padecer diabetes. En otro estudio con 72 mil maestros de México el hallazgo fue similar: una porción al día de este “veneno embotellado” aumentó el riesgo en 40 por ciento de diabetes.
“El consumo de bebidas azucaradas es la fuente más grande de azúcar añadida en la dieta y promueve el aumento de peso mediante calorías líquidas, asociado con diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, por lo que su menor consumo debe ser parte de las políticas públicas”, concluyó Malik en su ponencia.
En amarillo, naranja y rojo están los países con mayor consumo de bebidas azucaradas. México, en rojo. Mapa: Webinar
Por su parte, Kimber Stanhope, investigadora en el Departamento de Biociencias Moleculares de la Universidad de California en Davis, mostró cómo el consumo de bebidas azucaradas también aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares.
“La totalidad de la evidencia científica, que carece de conflictos de interés, demuestra que el consumo de bebidas azucaradas con azúcar aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. Pero encontrarán estudios que dicen lo contrario, que son los financiados por la industria… o tienen fallas metodológicas”, expuso durante el webinar.
Junto con su equipo de investigación realizaron un estudio con 32 hombres y mujeres que consumieron durante 10 semanas bebidas con fructuosa y glucosa, ya que las bebidas industrializadas están endulzadas con sucrosa (flurtuosa y glucosa) y con jarabe de maíz.
La glucosa sale del intestino mediante el sistema circulatorio y es llevado al hígado. Una enzima permite usarla si necesita energía o acumularla en la sangre para trasladarla a otras partes del cuerpo (cerebro, músculos, células nerviosas). Pero con la fructuosa el hígado la absorbe si necesita o no la energía.
“Tenemos una sobrecarga de fructuosa en el hígado, lo que lo obliga a transformarla y aumentarla en grasa, lo que transporta más colesterol y triglicéridos a la sangre y aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares”, explicó Stanhope.
También el exceso de fructuosa en el hígado aumenta el ácido úrico, que en niveles altos está vinculado a un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, hipertensión y diabetes.
“Nuestro estudio muestra que adultos jóvenes que consumían la mitad de una lata de refresco de 355 ml en cada una de sus comidas presentaban en solo dos semanas mayores riesgos de enfermedades cardiovasculares, y los que redujeron su consumo de refresco disminuyeron su riesgo”, planteó. “Estoy segura que el consumo a largo plazo de bebidas endulzadas con azúcar aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares por la sobrecarga de fructuosa en el hígado”.