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01 August 2020

En cualquier parte del mundo, el trabajo en casa ha sido una de las estrategias adoptadas por muchas empresas para hacer frente a las medidas de distanciamiento social derivadas del Covid-19.

Al permitir realizar de forma alterna parte de las tareas habituales, el trabajo remoto ha atenuado la necesidad de los negocios de disminuir sus operaciones en un entorno de dificultades. Sin duda, esta adaptación ha representado un importante amortiguador en la recesión actual, sin el cual los daños sobre el ingreso empresarial y el empleo hubieran sido aún más graves.

A pesar de este innegable beneficio, el trabajo a distancia enfrenta algunas limitaciones. La más evidente consiste en que tal posibilidad no es apta para todos los sectores y empresas ni, por lo tanto, para todos los individuos en el mercado laboral.

Independientemente del desafío de mantener la calidad, hay actividades que por su naturaleza son, al menos en parte, susceptibles de realizarse de forma remota, como los servicios educativos, científicos y técnicos, de gestión, financieros y administrativos.

Sin embargo, una elevada proporción de tareas requiere presencia física o contacto interpersonal. Tal es el caso, por ejemplo, de la agricultura, la construcción, las manufacturas, y muchos servicios, como el alojamiento, los restaurantes y el transporte.

Una implicación de lo anterior es que las ganancias potenciales del trabajo en casa no se distribuyen uniformemente. Específicamente, esta modalidad aumenta las posibilidades de las personas de mantener su empleo durante la recesión, mientras que el desempleo tiende a ser más severo en ausencia de esta facilidad.

Además, las actividades donde puede aplicarse el trabajo a distancia suelen demandar un mayor nivel educativo y de entrenamiento y, por lo tanto, los más beneficiados tienden a ser los mejor pagados, lo cual limita desproporcionadamente a los trabajadores con menores ingresos.

Asimismo, el trabajo remoto se sustenta, en buena medida, en la capacidad de los colaboradores de comunicarse por medios electrónicos y virtuales. De ahí que las oportunidades difieran también entre regiones, donde las zonas rurales y más pobres generalmente exhiben desventajas.

Dos encuestas sobre el impacto económico y laboral del Covid-19, recabadas por el Inegi entre empresas privadas no agrícolas para abril, sugieren que estas limitaciones han estado presentes en México.

En concreto, mientras que cerca de 33 por ciento de las empresas reportaron haber recurrido al trabajo a distancia, esta proporción alcanzó casi la totalidad en las grandes corporaciones.

Al mismo tiempo, aproximadamente 24 por ciento de los empleados pudo trabajar desde su casa, pero casi un tercio de éstos expresó no contar completa o parcialmente con el equipo y las herramientas necesarias para realizarlo.

Una pregunta inevitable es si la opción laboral remota aumenta la productividad y, por ende, tenderá a ser la forma de trabajo para las actividades adecuadas, una vez superada la presente crisis.

Existe evidencia de que, en determinadas circunstancias, el trabajo a distancia puede incrementar la productividad. Por ejemplo, en una prueba controlada aleatoria para el centro de llamadas de una agencia de viajes china, el economista Nicholas Bloom y sus asociados encontraron que el trabajo en casa aumentó 13 por ciento el desempeño de los empleados, quienes además expresaron más satisfacción laboral y experimentaron una menor rotación.

Este ejercicio requirió la libre elección para participar, un espacio fijo y privacidad para las labores, y un día a la semana en la empresa.

Durante la pandemia, el trabajo en casa enfrenta obstáculos para registrar aumentos de productividad, ya que no ocurre en las condiciones más propicias. Por ejemplo, al haber cerrado las escuelas, gran parte de los empleados asume simultáneamente la labor de atender a sus hijos.

Es posible que, una vez superado el coronavirus, las empresas aceleren la tendencia de trasladar algunas funciones, sobre todo aquellas de carácter aislado y con metas bien definidas, a la modalidad remota, que se observaba previamente. Por otra parte, la crisis implicó una amplia difusión de plataformas digitales que debería aprovecharse.

Sin embargo, resulta poco probable que el trabajo en casa vaya a reemplazar de forma generalizada a la oficina tradicional. Los beneficios que ésta aporta son indispensables, entre los cuales destaca el contacto interpersonal que construye la confianza, facilita el liderazgo laboral y la motivación a los empleados, y propicia la colaboración, el intercambio de ideas y la creatividad.

(El Financiero)

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